Pepe " El Marino "
En el islote de Lobos se crio y conoció a su mujer, hija del farero Antoñito

José Morera Morales fué uno de los vecinos más ilustres de Corralejo, conocido cariñosamente como Pepe el Marino.
José Morera ( Corralejo, 1933) fue el pequeño de una familia de 8 hermanos, de los que actualmente solo vive Marcial el Chila. Sus padres fueron medianeros del pequeño islote de Lobos donde se ocupaban de las labores de mantenimiento de las salinas y de las plantaciones de los dueños de la isla, al margen de dedicarse también a la pesca.
En este pequeño territorio, Pepe no solo dio sus primeros pasos sino conoció a su mujer Tomasa Hernández, hija del mítico Antoñito el Farero, toda una leyenda tanto en la isla majorera como en todo el Archipiélago canario. Pepe y Tomasa tuvieron también ocho hijos: Pilar, José, Toño, Nani, Noelia, Oga, Auxi y Rita.
Amable
Los visitantes a Lobos siempre tenían en Pepe un amable vecino dispuesto a ayudar y colaborar en todo lo necesario. La pequeña isla no tenía secretos para este hombre ya que recorría casi a diario zonas como La Mantequilla, el Picacho o Punta del Marrajo.
Fue un experto pescador de viejas al estilo tradicional, basada exclusivamente en el uso de la caña de bambú con puntera de cuerno de cabras "era todo un experto, desde la captura de la carnada hasta la pesca y especialmente en la forma de jarear las viejas. Fue una bella persona y un pescador espectacular", señaló uno de sus amigos durante el sepelio.
La vida de el Marino ha estado estrechamente ligada al mar. Desde los 14 años ya estaba embarcado en las pequeñas falúas de Corralejo y posteriormente se fue al banco canario-sahariano en los pesqueros, entre otros, María Santana y África. En estas embarcaciones compartió camarote con Pedro Morera, Dámaso Santana, Pedro Carballo, Manuel Figueroa y Gregorio Santana, entre otros muchos compañeros de faena.
Su currículum profesional también lo sitúan enrolado en barcos atuneros que navegaban por la costa peninsular.
Tras su jubilación, el Marino pasaba grandes temporadas en Lobos por la que sentía una gran pasión. Allí se dedicaba a la pesca de viejas, sargos y pejeverdes, que secaba en los tendederos habilitados en las cercanía de su casa.
Una enfermedad deterioro su estado de salud falleciendo a los 80 años de edad. Su recuerdo estará siempre presente en el islote de Lobos y será recordado por los vecinos de Corralejo.
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