De nuestras abuelas alfareras
Con la desaparición forzosa de la cerámica aborigen surgió en Fuerteventura la alfarería tradicional que a duras penas a sobrevivido hasta nuestros días.
A diferencia de la cerámica aborigen majorera, la alfarería tradicional, también llamada loza, era más elaborada y perfeccionada.
Se cernía la arena y las piezas se pintaban con almagres, que son tierras rojas muy finas, para tapar mejor los poros y hacerlas más impermeables.
Con la desaparición forzosa de la cerámica aborigen surgió en Fuerteventura la alfarería tradicional que a duras penas a sobrevivido hasta nuestros días.
A diferencia de la cerámica aborigen majorera, la alfarería tradicional, también llamada loza, era más elaborada y perfeccionada. Se cernía la arena y las piezas se pintaban con almagres, que son tierras rojas muy finas, para tapar mejor los poros y hacerlas más impermeables.
Cuando estaban algo secas, las piezas se bruñían con un callao muy fino por dentro y por fuera. El bruñido era también para hacer más impermeables y saludables las piezas.
El trabajo de alfarería era elaborado sobre todo por las mujeres que dentro de la comunidad eran las más pobres.
La alfarería o loza en Fuerteventura y en el resto del Archipiélago se quemaban en hornos de pan. Como combustible se utilizaba la aulaga seca.
En el interior del horno a un lado se colocaban las piezas de loza totalmente secas y en el otro lado el combustible, al cual se prendía fuego, reponiéndose en cuanto se iba consumiendo. Dependiendo del tamaño del hormo la quema tardaba tres o cuatro horas.
La loza no tenía decoración alguna, pues al ser para el uso diario y estar mal pagada, a las alfareras no les animaba hacerlo.
Hornillos para el pan, ladrillos para amasar, tofios para ordeñar, tallas para el agua, sahumerios para quemar incienso, vasos, platos, cuencos, ollas, milanas y otras más, eran las piezas que producían las alfareras tradicionales en la isla.
Con la llegada del plástico, aluminio y el cristal casi desapareció la artesanía del barro en Canarias. Sólo se mantuvo en lugares apartados. Juana María Montelongo, en Tindaya, Fefita Acosta, en el Vaíle de Sta. Inés, y su hija, Maria del Carmen, en los Llanos de la Concepción.
El masivo turismo que invade la isla cada semana ha perjudicado también la calidad de la artesanía del barro, pues bajo el poder adquisitivo y cultural de los turistas que nos visitan, ha hecho descender muchísimo la calidad de las piezas de la alfarería tradicional, confundiéndose de mala manera lo rústico- tradicional con lo mal hecho y poco acabado.
Tradicionalmente hasta hace unos cincuenta años, en la isla, se producían tejas de barro con la sencilla técnica de utilizar las piernas como moldes. La producción artesanal de tejas era un trabajo masculino.
La saga de los Garcia Acosta, un legado de tradición familiar
Salomé Brito, Luis García, Josefa Acosta Rodríguez, Benita Acosta Rodríguez, María Salomé García Acosta o Victoria García Acosta, junto a otros miembros de la familia, son un referente en la isla de fuerteventura en el mantenimiento de un legado generacional en el mundo de la alfarería y otras disciplinas artesanas.

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